En aquellos días, los hebreos salieron del monte Hor en dirección al mar Rojo, para rodear el territorio de Edom; pero por el camino, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés, diciendo: "¿Para qué nos sacaste de Egipto? ¿Para que muriéramos en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de esta miserable comida".
Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: "Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes". Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: "Haz una serpiente como ésas y levántala en un palo. El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá". Moisés hizo una serpiente de bronce y la levantó en un palo; y si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado.
+ Meditatio
¿Quién nos ha dicho que la vida fuera fácil? Más aún, ¿Quién nos dijo que la vida cristiana fuera "miel sobre hojuelas"? Cuando le preguntó Pedro a Jesús qué es lo que recibirían sus seguidores, aquellos que habían dejado todo por él, la respuesta fue: "El ciento por uno en todo lo que hayan dejado, junto con persecuciones y al final la vida eterna". Por eso el Papa Juan Pablo II, en su Carta Apostólica "Salvifici Doloris", nos recuerda que Jesús no vino a quitarnos el dolor sino a darle sentido. Los judíos, liberados por Dios de la terrible esclavitud, ahora se daban cuenta que ser libres no es fácil, y se rebelan contra su libertador. Sin embargo, Dios no se da por vencido. Los castiga, pero en el mismo castigo les da la posibilidad de salvación, la cual de nuevo tendrá que ser opción de cada uno: El Señor siempre te dirá: "Si quieres...".
No desaprovechemos esta oportunidad para levantar nuestros ojos a la cruz de Jesús y, movidos por su amor, cambiar nuestra vida.
+ Oratio
Muchas veces, Señor, he abusado de la libertad que me has dado; la libertad de seguirte o de ignorarte, la libertad de obedecerte o hacer mi propia voluntad. Ante esto, Señor, he pensado que eso es muy difícil, que sería más fácil si tú me hicieras bueno, si tú me obligaras a tomar la mejor opción, pero me doy cuenta de que a pesar de ser difícil, por tu gracia es posible y esa es la mejor manera de servirte y honrarte, con todo mi ser, incluida mi voluntad rendida a ti.
Solo te pido Señor que en los momentos de tribulación, en los momentos en que estás forjando algo en mí y que duele, me des de tu Santo Espíritu para tener paciencia y poder ver al final la recompensa que me preparaste.
+ Operatio
Hoy haré algo que en verdad me cuesta trabajo y demande de mi paciencia, y lo haré pidiéndole a Dios que a través de ello me enseñe a ser paciente.
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El Evangelio de hoy
Juan 3, 13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo y está en el cielo. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él".
+ Reflexión
Hablando sobre la Cruz, San Pablo decía: "La palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los redimidos es poder de Dios". Esto que decía San Pablo parecería que lo está diciendo precisamente para la gente de nuestra generación, pues la verdad es que hay muy poco amor a la cruz aún entre los mismos cristianos. Nos gusta el Cristo resucitado y eso hace que con frecuencia nos olvidemos del Cristo sufriente.
Hoy son pocas las personas que se siente orgullosas de llevar una cruz al pecho, no como un adorno (hoy bastante común), sino como el signo que nos identifica con nuestro Maestro. Es por ello que hoy hay pocos que se sienten honrados por una enfermedad, o por un momento de humillación, ya que éstos, no saben reconocer en sus padecimientos una muestra del amor y del poder de Dios manifestado en sus vidas, juzgándolo como algo despreciable y cuyo origen no puede ser Dios.
La fiesta de hoy nos recuerda que para nosotros los cristianos, la cruz nos identifica con el Mesías, y portarla en nuestro pecho nos recuerda el camino que tendremos que seguir para estar con Él en el cielo.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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